Uno puede viajar de muchas maneras. Mentalmente, realmente. Aunque que el viaje sea mental, no quiere decir que no sea real. En todo caso, no es tangible... es decir: no podemos sacar fotos, ni filmar paisajes, ni comprar recuerditos de regalo. Todo está en la mente, todo está en nuestra propia película proyectada en algún lugar donde la vemos sólo nosotros. Si no es concreto, si no se pueden tocar y/o ver pruebas que demuestren que hicimos el viaje, ¿sería algo así como abstracto? Sería un viaje intocable.
Concentrémonos en los viajes en general. Hay viajes de ida, de vuelta, de ida y vuelta. Los 2 primeros parecen más terminales, o sea, parecen definitorios para algo o para alguien. O te vas, o te volvés. Los de ida y vuelta dejan puertas abiertas, pero no por eso son menos peligrosos. Hay que tener cuidado si sólo tenés el boleto de ida y ya de por sí sabés que no vas a poder sacar el de vuelta. Porque las "idas" son "idas" para algunos y "vueltas" para otros, pueden ser tanto "irse" o "volver", depende en qué estación estemos: despidiendo a la persona o esperando su llegada.
Los viajes mentales pueden durar todo lo que queramos. No hay límites. Los personajes pueden ser los que queramos también, depende todo de nosotros. Somos los directores de ese viaje. El destino, los lugares en donde paremos unos minutos, el equipaje, lo que podamos comprar y quizás traernos de vuelta, todo eso está a nuestra disposición. Así que si hay errores en el viaje mental, se arreglan como queramos. Aunque sería contradictorio: si hay un error, es porque nosotros mismos lo creamos, somos los únicos que pueden poner un error ahí; manejamos ese viaje. ¿Y por qué pondríamos un error en un viaje que inventamos nosotros mismos, si supuestamente es para nuestro propio placer?
Y no sólo podemos viajar a algún lugar en especial, si no que podemos llevarnos de vuelta a un sitio del pasado. Fingir que tenemos 8 años, volver a esas vacaciones pasadas o al cumpleaños de Fulano. Ahí viajaríamos entre nuestros recuerdos, chocando con rutas ya caminadas.
Pero creo que ningún viaje tiene sentido si no la pasamos bien, si no le ponemos al menos un poco de interés. Sí, a veces no teníamos ganas de irnos de vacaciones en esa semana, a esa playa, de preparar el bolso... pero al menos algo bueno tuvimos que haber encontrado. Siempre es bueno cambiar de aire, oxigenarse, mirar otro cielo y conocer otras cosas. Salirse de lo de todos los días; ahí uno se da cuenta de que no es el centro del mundo y que hay muchas otras cosas que no giran alrededor de uno. Hay todo un mundo afuera, ya sea muy lejos o incluso muy cerca de casa. Y si el viaje fue desastroso, y sabemos y estamos convencidos de que nunca más queremos volver a ir, entonces no volvamos: elijamos otro destino la próxima vez. O quizás, el problema fue la compañía. Tal vez, con otros acompañantes, el destino hubiese estado bien. Así que probando con otros "protagonistas", todo puede ser distinto, y verse de otra manera.
Hay viajes que hacemos cotidianamente, y aunque sean cortitos y nos lleven a lugares que frecuentamos a menudo, siguen siendo viajes. Y no está mal cambiarlos un poquito todos los días, para no aburrirnos. Mejor acostumbrarnos a hacer pequeños esfuercitos que hagan una diferencia, que acostumbrarnos a aburrirnos de que sea siempre lo mismo.