jueves, 25 de marzo de 2010

Caleidospiralar

A veces siento que la vida da vueltas y vueltas en espiral. Y que en cada hilo del espiral están colgando todas las personas, mezclándose unas con otras, tocándose por los bordes o esquinas o puntas. Y el espiral gira en dos sentidos simultáneamente... por eso pareciera que a veces no giramos y estamos estáticos. Y cuando gira muy rápido, sentimos ese sacudón adentro mientras viajamos en un tren o caminamos hacia un destino. Es como una piedrita que resuena y quizás no sabemos de dónde vino, a dónde va o si se va a ir. Las giros a veces parecen nulos de 360°, otras veces son giros en línea recta que se desplazan de punto en punto buscando una linealidad que no existe porque, al fin y al cabo, es un giro, un cambio. Y de repente las personas se vuelven trompos y el camino del espiral se vuelve un acertijo o laberinto en donde hay que esquivar esos trompos, porque puede que nos arrastren y empecemos a girar al unísono. Yo esquivaría aquello que gira sin un propósito y sí me adentraría en lo que me invite a la aventura de danzar como un trompo (¿o una trompa?) pero no tan rápido como para perderme los pequeños detalles que forman ese paisaje de caleidoscopio que se ve alrededor. Acabo de imaginar habitaciones con suelos y techos y paredes donde se proyectaran los diseños de los caleidoscopios. Y los colores se reflejaran en la cara de todo aquel que entre allí. Si de cada hilo del espiral colgaran miles de caleidoscopios, la vida espiralada sería un conjunto de colores, y cada uno de ellos desembocaría en un punto distinto. Como si con viajar rápido no alcanzara... como si irse más allá nunca sea un límite y siempre hubiese un "más allá" más allá del "más allá". Como si vivir una vida sola no alcanzara para conocer todas las vidas y vías que existen. Pero está buena la vida con realidades, imaginaciones y sueños en colores y giratorios.